La conciencia se perdió con el honor y los principios
mientras el veneno del poder empozoñaba los sueños.
Los ideales murieron al vaciar el contenido del verbo
y no transformarlo en acción servicial y prudente.
Creyeron que dios existía y que estaba de su parte
permitiéndose soberbias paranoides y traidoras,
manejando, maniqueos, vidas y destinos ajenos
hasta trocar las mentes con desatinos despiadadamente...
La comodidad y el desencanto se sumaron a la ignorancia,
la ciencia sabia y la experiencia quedaron marginadas,
relegadas al plano de la utopía romántica de una fantasía
mientras la buena fe y la verdad clamaban desconcertadas
indicando el camino correcto hasta perder la voz.
Los sujetos objeto de derecho quedaron inermes,
abandonados a su suerte y en manos de sus verdugos
mientras la ética moría desangrada por los pasillos.
No recogeré sus cadáveres ni los charcos hemáticos,
quiero que tropiecen con ellos, resbalen y caigan
sobre sus propias traiciones y sus consecuencias.
La Gioconda Está Triste
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